miércoles, 16 de abril de 2014

El poder de la palabra.


Cuando abrí este blog, solo quería escribir como otras tantas personas que había leído, personas que contaban anécdotas de su vida, algunas historias o cualquier cosa, en realidad, que les diera la gana. Así que jamás pude si quiera imaginar todo lo que esto me traería; mucho menos supuse que lo que resultaría de aquí, que esas palabras que escribía, cambiarían mi vida. Gracias a este blog, conocí a algunas personas interesantes, con las que se han dado situaciones que no pensé e incluso, debido a una de ellas, como ya lo dije, mi vida cambió para siempre.


Andrea es una de esas cuatro personas con las que empecé a hablar, a escribirnos por el entonces operativo Messenger. Ella es colombiana y vive (o al menos vivía) en Bogotá, y recuerdo que hablábamos de nuestros problemas y cosas de la vida diaria. Todo empezó porque, si mal no recuerdo, Andrea se identificaba con lo que yo escribía. Por eso empezamos a conversar y fue extraño, porque hablábamos (nos escribíamos, en realidad) como dos amigos que ya se conocían desde hacía bastante tiempo. Y más extraño aún: llegué a conocer a Andrea, en la fría Bogotá, cuando hice un viaje de un mes por Ecuador y diversas ciudades de Colombia. Gracias a ella, la corta estancia en la capital colombiana no fue tan mala, y es que la gente no tenía muchas ganas de ayudar a unos pobres turistas que no estaban interesado en gastar en lujos, sino en conocer y aprender. Luego, poco a poco, Andrea y yo fuimos perdiendo contacto y, la verdad, no recuerdo cuándo fue la última vez que nos comunicamos. Solo sé que, si alguna vez viene a Lima, con todo gusto volvería a verla y le mostraría esta caótica y hermosa ciudad. Y conversariamos seguramente por horas, una vez más.

Otra persona que conocí gracias a este blog fue (es) Jorge. Y de inicio algo extraño: pese a que aún hoy seguimos en contacto, hasta ahora no nos conocemos en persona. La verdad, creo que ya lo dije en otro texto, yo tengo ciertos problemas y temores para conocer gente nueva, y quizás es por eso que aún hoy no nos hemos sentado a conversar de eso que nos gusta tanto y que, estoy seguro, es la gran razón por la que siempre, de una forma u otra, seguimos en contacto: la Literatura. Jorge ya publicó su primer libro, uno de cuentos, y yo lo tengo, con dedicatoria incluida, pero tuvo que dejarlo en casa de mi papá, por lo que ni si quiera por eso lo conocí. Y ahora, que hace poco me había decidido proponerle ir a algún bar, por el centro de Lima quizás, a tomar algo y conversar (sobre las letras, la vida y los sueños rotos), veo que Jorge ha empezado una relación y está muy (muy) enamorado, tan enamorado que no quiero interrumpir los días buenos que seguramente está viviendo. Pero ya lo conoceré. Y de repente algún día fundaremos por fin nuestro “Club de lo imposible”.

La tercera persona, es otra chica: Jimena. Con ella pasé también muchas horas conversando por el Messenger, con esa extraña confianza instantánea que logré con las otras dos personas. Ella adoraba la música de Sabina y, sobre todo, le encantaba Alfredo Bryce. Las dos novelas favoritas de Jimena, eran mis dos novelas favoritas. Digo dos novelas porque son dos partes, pero es una misma historia, tan bonita como profunda, tan graciosa como triste. Y en base a eso (y a otros temas), Jimena y yo hablamos bastante durante un largo tiempo. Luego ella viajó a Estados Unidos y el contacto disminuyó. Sin embargo, aún hoy, de vez en cuando, por Facebook o Instagram, recordamos que estamos con vida, con un “like” o un comentario breve. Por cierto, a ella no llegué a conocerla. Y la verdad, con una vida a miles de kilómetros de este cielo peruano (peruano en el Perú), no sé si algún día llegue a hacerlo.

Por último, lo más importante. La más importante: Alejandra. A ella también la conocí gracias a este blog, gracias a las tonteras que, mal que bien, escribí durante algunos meses y que, por alguna razón, a ella le interesaron y le gustaron. Yo era un blogger contando sus historias de tímido y perdedor, mientras que ella era una blogger algo desinhibida. Ambos nos leíamos, nos comentábamos, hasta que nuevamente gracias al Messenger (bendito sea), empezamos a conversar más y más. Luego, ella hizo un concurso en su blog. El premio: salir con ella. Las respuestas ganadoras: me las dio por privado, para ganar con trampa. Y entonces, todo fue como un vendaval. Gané. Salimos. Bebimos. Volvimos a salir. Nos reimos mucho. Paseamos. Conversamos. Nos hicimos enamorados. Empezamos a hacer planes. Nos enamoramos más. Viajamos. Los planes empezaron a hacerse a futuro. Viajamos más. Soñamos con hijos. Nos mudamos juntos. Nos casamos. Alejandra salió embarazada. Seguimos viajando. Esperamos con ansias a nuestra hija. Nació. La nombramos Sofía y la adoramos aún antes de nacer. Y ahora, absolutamente todo gira torno a Sofía.

Y Sofía (quien debe su existencia también a este blog) ha traído, dentro de lo gris de la vida diaria, la felicidad.




P.D. Releo rápidamente esto que acabo de escribir, y me resulta interesante ver cómo mi vida, de una forma y otra, ha girado y gira en torno a los efectos, a los designios, a los misterios y al enigmático poder de la palabra escrita. Gracias, a quien o quienes corresponda, por ello.

1 comentario:

Anónimo dijo...

De nada. Un ángel caído.