miércoles, 17 de agosto de 2011

Laberinto...

Desde hace un tiempo veo a Borges en diversos lugares, en diferentes estados, haciendo diversas actividades. Pero eso es imposible, porque Borges está muerto. Sin embargo, lo encontré la primera vez vestido de traje, tomando un café, mirando al vacío, esbozando una sonrisa. Lo vi, también, como un guardián, serio, parco, caminando por entre la gente, pero sin dignarse a mirar a nadie. Lo vi ayer, otra vez, mendigando, sentado sobre una vereda, con la mirada perdida, con el ojo derecho casi cerrado, con la nariz algo ancha, las canas peinadas hacia atrás y la frente amplia, envuelto en una extraña y mísera dignidad.

Es una especie de laberinto en el que me encuentro, porque por donde voy encuentro a Borges. Es un sinsentido, porque no todos pueden ser Borges y, además, Borges ya no está. En conclusión, dada la imposibilidad que muestra la razón, puedo decir que todos esos hombres son, efectivamente, Borges.