Estamos en mediados del año pasado, y este blog tiene una cantidad aceptable de lectores y comentarios. (Lectores y comentarios que ahora han desaparecido, merecidamente).
Yo posteo continuamente y también leo los blogs de quienes me visitan, así como los comentarios que a ellos también les dejan. De ese modo llego a nuevos blogs, sobre todo si lo que escriben o sus fotos me llaman la atención.
Así llego al blog de la chica mala, intrigado por su foto. Es su trasero. Un trasero grande, redondo, llamativo.
Leo lo que escribe. Son historias, reales o ficticias, sobre ella misma y sus experiencias nada inocentes. Son historias calentonas, que revelan a una chica – una mujer – liberal, desinhibida, a la que le gusta experimentar.
Comento uno de sus posts y, al poco tiempo, ella me devuelve el comentario. Así pasamos un par de semanas.
De repente, un sábado en la tarde, alguien me agrega al Messenger. No reconozco el nombre ni el correo, pero acepto. Entonces veo que es ella, la chica mala. Lo sé porque tiene en su display la misma foto, la foto de su trasero. En ese momento recuerdo que en mi perfil de blogger está mi e-mail, felizmente.
No es la primera persona que conozco gracias al blog y con la que luego “hablamos” por Messenger, pero con ella, la chica mala, la cosa va a ser diferente.
Al no tener que hablar de frente, me es más fácil estar relajado y hablarle con tranquilidad. Hablamos de todo, y los temas van variando, así como sus fotos, casi todas de su parte trasera, o de alguna parte llamativa, sinuosa, de su cuerpo.
Pasan los días y seguimos hablando por el MSN, de lo que sea al principio, pero sin tardar mucho tiempo en pasar al tema sexual. Entonces empiezan las bromas de doble sentido, insinuaciones que me divierten, me parecen extrañas, porque son vía Internet.
Con esa especie de confianza que tomamos, le propongo salir. No me dice que no, pero cambia de tema. Hace lo mismo un par de veces. Después me dice que sí, pero no a dónde. Otra vez me dice que ya, pero no cuándo. La chica mala está jugando conmigo.
Entro a su blog y veo que está haciendo un concurso, son preguntas sobre los cambios que ha hecho en su página, y el premio es salir con ella. No participo. No quiero porque me molesta un poco que me diga que si y luego que no. Sin embargo, ella misma me dice que lo haga, y me da las respuestas. Soy el último en participar. Y gano.
Es viernes, y después de un par de amagos más, en los que a veces parece que si quiere salir y otras que no, ponemos fecha y lugar a nuestra salida. Pero ella elije todo. La cita es esta noche.
Llego al lugar, temeroso, nervioso, excitado, con gran curiosidad por lo que pueda pasar. Es la primera vez que hago algo así. Pasan un par de minutos, y entonces llega la chica mala.
Me sorprende. Camina con mucha seguridad, moviendo sus caderas, que son prominentes, amplias, llamativas, marcadas por el pantalón apretadísimo que lleva. Tiene el pelo castaño claro, lacio y largo. Su mirada y sonrisa me gustan y me intimidan a la vez. No imaginaba que se vería tan bien.
Hablamos. Estoy muy nervioso, pero ella me ayuda a soltarme, bromeando. Felizmente propuso salir a tomar algo, un trago siempre me ayuda.
Le digo que no sé cómo hablarle, como a alguien que conozco por primera vez o como a alguien ya conocido. Me dice que lo segundo.
Bebemos y conversamos mucho, y empezamos a hablar de nuestros blogs. Entonces, entre bromas, empezamos a hablar de sexo.
Seguimos bebiendo, y el tema sexual continúa. Yo ya estoy algo ebrio, y casi tranquilo, dispuesto a que pase lo que tenga que pasar. La chica mala habla como experta en el tema, sabe lo que dice, y lo dice de una manera muy particular. Dice algunas cosas de forma explícita, directa.
Pasan las horas y, por petición de ella, salimos del bar. Caminamos sin rumbo, o al menos eso creo yo, mientras nos reímos de cualquier cosa y seguimos el doble sentido. Entonces la chica mala me dice que tiene frio y yo, a modo de broma, le digo ven para abrigarte. Pero ella no bromea, y viene hacia mí.
Yo la abrazo. Ella me besa. Yo correspondo a su beso. Ella se pega a mí. Yo voy bajando mis manos por su espalda. Ella roza todo su cuerpo con el mío. Así nos quedamos varios minutos.
Seguimos caminando. En realidad yo sólo la estoy siguiendo. Tengo la impresión de que está yendo a algún lugar específico. De pronto se detiene a mitad de la calle. Vuelvo a besarla. Pasan algunos segundos y ella sonríe, ya no camina, sigue parada en la vereda. Me mira fijamente. Yo la miro sin saber bien qué decir, hasta que ella señala, con la mirada, hacia el edificio que tenemos el costado. Es un hotel.
Vuelvo a mirarla y entonces me hace un gesto con las cejas. Me la juego y le pregunto: ¿vamos?
La chica mala sonríe, coqueta, maliciosa, con esa mirada profunda y directa que tiene. Me responde con otra pregunta: ¿Vas a escribir esto en tu blog?
Y yo le contesto: nada de lo que pase a partir de ahora.
Yo posteo continuamente y también leo los blogs de quienes me visitan, así como los comentarios que a ellos también les dejan. De ese modo llego a nuevos blogs, sobre todo si lo que escriben o sus fotos me llaman la atención.
Así llego al blog de la chica mala, intrigado por su foto. Es su trasero. Un trasero grande, redondo, llamativo.
Leo lo que escribe. Son historias, reales o ficticias, sobre ella misma y sus experiencias nada inocentes. Son historias calentonas, que revelan a una chica – una mujer – liberal, desinhibida, a la que le gusta experimentar.
Comento uno de sus posts y, al poco tiempo, ella me devuelve el comentario. Así pasamos un par de semanas.
De repente, un sábado en la tarde, alguien me agrega al Messenger. No reconozco el nombre ni el correo, pero acepto. Entonces veo que es ella, la chica mala. Lo sé porque tiene en su display la misma foto, la foto de su trasero. En ese momento recuerdo que en mi perfil de blogger está mi e-mail, felizmente.
No es la primera persona que conozco gracias al blog y con la que luego “hablamos” por Messenger, pero con ella, la chica mala, la cosa va a ser diferente.
Al no tener que hablar de frente, me es más fácil estar relajado y hablarle con tranquilidad. Hablamos de todo, y los temas van variando, así como sus fotos, casi todas de su parte trasera, o de alguna parte llamativa, sinuosa, de su cuerpo.
Pasan los días y seguimos hablando por el MSN, de lo que sea al principio, pero sin tardar mucho tiempo en pasar al tema sexual. Entonces empiezan las bromas de doble sentido, insinuaciones que me divierten, me parecen extrañas, porque son vía Internet.
Con esa especie de confianza que tomamos, le propongo salir. No me dice que no, pero cambia de tema. Hace lo mismo un par de veces. Después me dice que sí, pero no a dónde. Otra vez me dice que ya, pero no cuándo. La chica mala está jugando conmigo.
Entro a su blog y veo que está haciendo un concurso, son preguntas sobre los cambios que ha hecho en su página, y el premio es salir con ella. No participo. No quiero porque me molesta un poco que me diga que si y luego que no. Sin embargo, ella misma me dice que lo haga, y me da las respuestas. Soy el último en participar. Y gano.
Es viernes, y después de un par de amagos más, en los que a veces parece que si quiere salir y otras que no, ponemos fecha y lugar a nuestra salida. Pero ella elije todo. La cita es esta noche.
Llego al lugar, temeroso, nervioso, excitado, con gran curiosidad por lo que pueda pasar. Es la primera vez que hago algo así. Pasan un par de minutos, y entonces llega la chica mala.
Me sorprende. Camina con mucha seguridad, moviendo sus caderas, que son prominentes, amplias, llamativas, marcadas por el pantalón apretadísimo que lleva. Tiene el pelo castaño claro, lacio y largo. Su mirada y sonrisa me gustan y me intimidan a la vez. No imaginaba que se vería tan bien.
Hablamos. Estoy muy nervioso, pero ella me ayuda a soltarme, bromeando. Felizmente propuso salir a tomar algo, un trago siempre me ayuda.
Le digo que no sé cómo hablarle, como a alguien que conozco por primera vez o como a alguien ya conocido. Me dice que lo segundo.
Bebemos y conversamos mucho, y empezamos a hablar de nuestros blogs. Entonces, entre bromas, empezamos a hablar de sexo.
Seguimos bebiendo, y el tema sexual continúa. Yo ya estoy algo ebrio, y casi tranquilo, dispuesto a que pase lo que tenga que pasar. La chica mala habla como experta en el tema, sabe lo que dice, y lo dice de una manera muy particular. Dice algunas cosas de forma explícita, directa.
Pasan las horas y, por petición de ella, salimos del bar. Caminamos sin rumbo, o al menos eso creo yo, mientras nos reímos de cualquier cosa y seguimos el doble sentido. Entonces la chica mala me dice que tiene frio y yo, a modo de broma, le digo ven para abrigarte. Pero ella no bromea, y viene hacia mí.
Yo la abrazo. Ella me besa. Yo correspondo a su beso. Ella se pega a mí. Yo voy bajando mis manos por su espalda. Ella roza todo su cuerpo con el mío. Así nos quedamos varios minutos.
Seguimos caminando. En realidad yo sólo la estoy siguiendo. Tengo la impresión de que está yendo a algún lugar específico. De pronto se detiene a mitad de la calle. Vuelvo a besarla. Pasan algunos segundos y ella sonríe, ya no camina, sigue parada en la vereda. Me mira fijamente. Yo la miro sin saber bien qué decir, hasta que ella señala, con la mirada, hacia el edificio que tenemos el costado. Es un hotel.
Vuelvo a mirarla y entonces me hace un gesto con las cejas. Me la juego y le pregunto: ¿vamos?
La chica mala sonríe, coqueta, maliciosa, con esa mirada profunda y directa que tiene. Me responde con otra pregunta: ¿Vas a escribir esto en tu blog?
Y yo le contesto: nada de lo que pase a partir de ahora.